En Potosí la plata levanto templos y palacios, monasterios y garitos, ofreció motivo a la tragedia y a la fiesta, derramo la sangre y el vino, encendió la codicia y desato el despilfarro y la aventura. La espada y la cruz marchaban untas en la conquista y en el despojo colonial. Para arrancar la plata de América, se dieron cita en Potosí los capitanes y los ascetas, los caballeros de lidia y los apóstoles, los soldados y los frailes. Potosí contaba con 120.000 habitantes según el censo de 1573. Solo veintiocho años habían transcurrido desde que la cuidad brotara entre las cenizas y ya tenia la misma cantidad de habitantes que Londres y superaba a Sevilla, Madrid, Roma o París. Hacia 1650 se hizo un nuevo censo adjudicaba a Potosí 160.000 habitantes.
La historia de Potosí no había nacido con los españoles. Tiempo antes de la conquista, el inca Huayna Cápac había oído hablar a sus vasallos del Sumaj Orcko, el cerro hermoso y por fin lo pudo verlo cuando se hizo llevar, enfermo, a las termas de Tarapaya.
En 1545, el indio Huallpa corria tras las huellas de una llama fugitiva y se vio obligado a pasar la noche en el cerro. Para no morirse de frío ,hizo, fuego. La fogata alumbro una hebra blanca y brillante. Era plata pura. Se desencadeno la avalancha española.
Fluyo la riqueza. El emperador Carlos V dio prontas señales de gratitud otorgando a Potosí el titulo de villa imperial.
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